POLÍTICA

Una campaña en la que todos lloran: ¿estrategia electoral o emoción real?

Los candidatos presidenciales se mostraron sensibles en los últimos meses; según analistas, las lágrimas pueden ser beneficiosas para captar votos, pero advierten por los efectos negativos si el llanto es falso.

Publicada el Martes 8 de Octubre de 2019



Una campaña en la que todos lloran: ¿estrategia electoral o emoción real?

Hubo un tiempo, no hace mucho, en el que los candidatos presidenciales se empeñaban en mostrar fortaleza, carácter y determinación para enfrentar los problemas de la Argentina. Como si se tratara de un reproche, le hablaban a la militancia con estridencia y los dedos índice en alto para detentar autoridad detrás de un atril. Por momentos, exhibían la misma sensibilidad que una piedra.

Esos tiempos quedaron atrás y, en vez de rasgarse la garganta desde un púlpito, en los últimos años los dirigentes pasaron a hablar en tono coloquial y en primera persona del plural, a rodearse de simpatizantes durante los discursos y a relajar la vestimenta. Son señales que evidencian la evolución permanente de las estrategias de imagen de los políticos. Pero este año esa metamorfosis expuso un fenómeno particular: el llanto.

En lo que va de la campaña, ya vimos a Mauricio Macri, a Alberto Fernández, a Cristina Kirchner y a Roberto Lavagna demostrar que tienen sentimientos que van más allá de los abrazos con la militancia. Algunos dirán que es la presión de la campaña lo que deja la emoción a flor de piel. Otros, un poco en broma pero no tanto, dirán que la situación del país es para llorar.

Difícilmente alguna vez sepamos si las lágrimas fueron auténticas o premeditadas, pero es un hecho que el llanto ocupa algunos capítulos en la teoría de la comunicación política y puede ser aconsejable por los especialistas en estrategias de campaña, aunque revelar el costado sensible también debe tener límite cuando se trata de una persona que busca dirigir el destino del país.

"Si el llanto se percibe auténtico y es esporádico, tiene todo de bueno. Es pura empatía. Si es cotidiano, quizás no tanto. No demuestra al candidato con pleno control de la situación ni de sí mismo", explica a LA NACION Mario Riorda, director de la maestría en Comunicación Política de la Universidad Austral.



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