"Bienvenidos, bienvenidas, bienvenides". Con estas tres palabras comenzó el seminario "Cuando las luchas llegan a la lengua", organizado por el programa de la Fundéu Argentina de la Fundación Instituto Internacional de la Lengua Española (Fiile). Su directora, Elizabeth Martínez Aguirre, no necesitó más que incorporar en su discurso el lenguaje inclusivo -que enciende tantas polémicas en el último tiempo- para dejar en claro la fuerza de la palabra, y luego plantear una pregunta que académicos y comunicadores intentaron responder en dos jornadas: "¿Los signos pueden transformar el mundo además de ayudar a comprenderlo?".
La importancia del lenguaje en las luchas sociales de distintos tipos, con especial foco en la del feminismo, fue el centro del debate en la Biblioteca Argentina de Rosario la semana pasada. ¿El chiques se incorporará al lenguaje formalmente? ¿Quién determina cómo se denominan las cosas y a las personas? ¿Cuál es el peso político de la elección de las palabras?
En un repaso por las palabras que ganaron fuerza junto al avance del movimiento feminista, Maffía señaló que la palabra femicidio (el asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia, según la RAE), comenzó a utilizarse en el país con la muerte de Alicia Muñiz a manos del campeón de box Carlos Monzón, en 1988. En ese sentido, señaló que ese concepto se refiere a "un tipo de violencia extrema", aunque hay otros conceptos que "en general se han subsumido a un solo aspecto", como violencia doméstica, familiar o de pareja, mientras que " violencia de género apunta a la cuestión estructural".
"Todas las mujeres vivimos en una sociedad con terrorismo violento. El daño que le producen a una mujer es para producirnos terror a todas. Una violación a una mujer nos disciplina a todas las mujeres. El signo es: ante otro varón, esta mujer tiene un dueño", expresó la filósofa.
Sobre la integración de la lucha contra la desigualdad de género en el ámbito público, y en un período de transición de gobierno, Maffía opinó que crear un ministerio de la Mujer, como propuso el presidente electo, Alberto Fernández, "es muy riesgoso". Al respecto, sostuvo que "las políticas de género tienen que ser transversales a todas las políticas públicas" y no recaer en un ministerio ad hoc, sino estar contempladas en cada uno de los ya existentes. "Ojalá que el gobierno, sea quien sea el que gobierne, se ilumine para gobernar con perspectiva de género. Ya hay una defensoría de género en este país: se llama Presidencia", subrayó.
A su turno, y a través de un video desde Uruguay, el escritor y activista especializado en movimientos sociales Raúl Zibechi se preguntó si se deben denominar a los grupos y a las personas "como se han nombrado históricamente o con el nombre que ellos se ponen a sí mismos". "Hay que ajustarse a lo que los pueblos o movimientos se nombran a sí mismos. Si voy, debo nombrar a las cosas como les dicen ahí. No tengo por qué ir a nombrar las cosas", respondió.
En relación a los conceptos que florecieron con el feminismo, mostró ejemplos de las distintas adaptaciones al lenguaje inclusivo en la región. "Las zapatistas y mapuches no les gusta feminista, allí son mujeres anti-patriarcales. Acá [en Uruguay] en lugar de 'les', como en la Argentina, decimos 'las y los'. En Chiapas dice 'compañeroas', ni los, ni las. Hay que aceptar que esa multiplicidad hoy es parte de nuestra vida", expresó.
El futuro del 'nosotres'

Santiago Kalinowsky expuso sobre el lenguaje inclusivo
Por su parte, Santiago Kalinowsky, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras, marcó el año 2018 como la gran catapulta del lenguaje inclusivo y le pone una fecha: en junio, cuando la vicepresidenta del centro de estudiantes del colegio Carlos Pellegrini Natalia Mira dio una entrevista usando la "e" en cada oración y disparó el debate sobre el lenguaje "no sexista", rechazado por la Real Academia Española.
Kalinowsky enfatizó que utilizar el lenguaje inclusivo es "posición política" frente a una "injusticia" que se perpetuó en la lengua, aunque consideró que no se va a integrar como regla gramatical.
"Hay dos géneros marcados y uno no marcado, el masculino. El masculino genérico probablemente es el correlato gramatical de un ordenamiento ancestral de la especie patriarcal y androcéntrico. Se fue dando porque el hombre acaparó todos los espacios. Si alguien se para frente a esa injusticia tiene sentido que vayan a la lengua para disputarlo", explicó, en un panel junto a Victoria Boschiroli, investigadora docente del área de Ciencias del Lenguaje en la Universidad Nacional General Sarmiento.
El académico remarcó que "por el solo hecho" de usar el lenguaje inclusivo, aunque esté hablando de otra cosa, una persona "interpela al que le está hablando" sobre esa injusticia. "Ahí se cifra la enorme potencia que tiene el inclusivo. Por eso hay que ver dónde y con quién se usa: porque es un acto de pronunciamiento político", alertó, y en ese sentido llamó a "calcular los costos" de su uso, dado que hay ámbitos donde es aconsejable utilizarlo y otros en los que no.
Por otro lado, Kalinowsky consideró que pese al fuerte arraigo que el lenguaje inclusivo consiguió en algunos sectores de la sociedad, especialmente entre los más jóvenes, "no se ajusta a los patrones de cambios lingüísticos", que se dan de manera inconsciente y no de forma calculada, como en este caso. "Es muy poco probable que se gramaticalice, pero eso no le quita relevancia", dijo.

El evento estuvo a cargo del programa Fundéu Argentina
La Nación.