DEPORTES
El último entrenamiento llega a su fin. Este domingo, la Argentina buscará el título ante España.
Publicada el Sábado 14 de Septiembre de 2019
Se oscurece el estadio Wukesong y la mente de los que observan los ensayos para la gran final se permite volar. De repente, luces repican como centellas mientras suenan las teclas de la computadora y es imposible que no se erice la piel cuando uno proyecta lo que sucederá aquí en un par de horas. La historia delante de los ojos, a horas de una jornada en la que la Argentina estará disputando el trono Mundial de básquetbol ante España. Cuesta creerlo. Cuando arrancó el desafío, el 26 de agosto último, las expectativas estaban lejos de este momento que será mágico. Ya no habrá resultado que pueda modificar la grandeza de lo que ocurrió, pero hay ansiedad, hay ilusión. Todavía quedan cosas por hacer. Este grupo de jugadores hace que cada argentino en suelo chino tenga un sentido de pertenencia sobre lo que ellos lograron.
Es imposible no sentirse identificado. Son capaces de cualquier cosa, desde darle un golpe a las poderosas Serbia y Francia, y poner a un país dependiente del fútbol a charlar sobre un pick and roll, hasta preocuparse por las necesidades de la prensa argentina. Como el capitán Luis Scola que, después de una conferencia de prensa, se acercó a un periodista para preguntarle si le había funcionado bien una aplicación que le había recomendado. Un programa de traducción de voz para hacer más llevadero el difícil contacto idiomático en este país. De aquella grandeza deportiva a un gesto tan pequeño y considerado como ése. Todo con el mismo compromiso, con la misma intención de ayudar, de reconocer a los que están cerca. Este equipo construye también de esa forma su estilo. En la cancha encanta a los que están en nuestro país y afuera de ella sus jugadores se muestran siempre atentos para que nosotros estemos lo mejor posible.
Garino y Campazzo se divierten, Deck los fotografía. La distensión antes de la última batalla.
Siguen organizando todo por aquí y de repente alguien traslada al centro de la cancha la Copa del Mundo. Es puro magnetismo. La tentación por retratar ese momento es casi incontrolable, pero las reglas de la Federación Internacional de Básquetbol (FIBA) son muy claras. No se puede fotografiar nada durante el ensayo, hay que contener cualquier impulso. Conformarse con el recuerdo, que no es poco. Y la conexión es inmediata con Campazzo, Laprovittola o Deck, que en infinidad de charlas informales nos contaron acerca del deseo de estar en un momento importante del básquetbol argentino. El 15 de septiembre de 2019 serán protagonistas de la tercera final del mundo de la selección de la Argentina de básquetbol en la historia. ¡Cómo no conmoverse! Ustedes y nosotros, acá en Pekín.
Wuhan, Guanzhou, Foshan, Dongguan, Shenzhen, Pekín. miles de kilómetros recorridos en la aventura por la inmensidad de China para acompañar al seleccionado de la Argentina. Y en ese camino, la permanente lucha por hacerse entender, la odisea de no ser atropellado por una moto, la desesperante inestabilidad de una conexión de Internet, la dura tarea de cambiar dinero, las dificultades para que acepten las tarjetas de crédito, la insistencia para que pagues con Wechat. Detalles insignificantes para la mirada lejana que sólo necesita ese partido a través de la TV, pero que se volvieron obstáculos y enseñanzas en el día a día de este enorme privilegio de estar presente en un instante único para la historia del deporte nacional.
Llega el capitán. Luis Scola ingresa a la práctica. A los 39 años disfruta la plenitud.
No descansan y empujan a sumarse a la vorágine. Los jugadores están conectados con el objetivo y contagian a cada uno de los que hacemos esta cobertura. Ellos se encargaron de convencernos a todos de que no hay imposibles. Y acercan a cualquiera que esté en la órbita de ellos. Si hasta es posible encontrar a Sergio Hernández tomando un café y que él invite a charlar de la vida en medio de una definición de la competencia. Así como también los jugadores inician una vez más su ritual de aplausos al final de cada práctica y nos invitan a ser parte.
Se prueban las cámaras para tomar cada detalle del juego que éste domingo, a las 9 de la mañana de la Argentina, tendrá a millones delante del televisor y a unos pocos nos tendrá sentados a unos metros de la cancha. Se escucha a la prensa internacional cómo valora al equipo nacional y da un poco de orgullo saber que ponderan el respeto que tienen los protagonistas a la hora de hablar y la claridad de conceptos que ofrecen cuando toman la palabra. Y la verdad es que se preocupan también ellos por ser aplicados en ese sentido. No dejan nada librado al azar y se permiten agradecer a todos los que acompañamos por el esfuerzo de seguirlos a cada paso. ¿Es posible no sentirse parte?
Todo el plantel aplaude al final de la práctica. Un rito.
Hay que respetar sus espacios. Ser responsables, entender esa dinámica, comportarse como lo hacen ellos. A nadie se le ocurre invadirlos. Por eso puede estar Pamela, la mujer de Luis Scola, organizando un paseo con sus hijos, sin que nadie la atropelle con consultas. No necesita esconderse ni tratar de pasar inadvertida. Cada parte de la delegación argentina, adentro y afuera, sabe cómo cumplir su rol.
Se acelera el pulso. Avisan que es necesario empezar a dejar el estadio y cuesta escribir las últimas líneas, porque determina que ya es tiempo de pensar en el duelo con España. Lejos estamos los periodistas de ser los protagonistas, aun cuando mantengamos todos los rituales necesarios pensando que eso incide en algo. Tonterías, es cierto, pero por las dudas, jamás se cambiará el orden de las ubicaciones para sentarse en cada tribuna de prensa. Es parte de la ansiedad, de los temores lógicos ante semejante momento.
El plantel completo, el día del debut en el Mundial. Una foto que se repetirá en la gran final en Pekín.
Se escucha un último intento de prueba de sonido, se hacen los anuncios de los artistas que van a participar en la ceremonia de cierre. En medio de tanta locura, hay que hacer un esfuerzo para no emocionarse. Pero tiene cierta lógica que nos suceda algo así. Este seleccionado argentino de básquetbol nos marcó para siempre. Nos conmovió a todos.
La Nación.